Y a su lado una respiración fría, congelante y un poco escalofriante y temerosa no pudo callar el grito tan infernal del silencio.
Quedó todo cubierto de sombras, oscuras sombras que se alejan de a poco por la puerta del desván.
Aveces, ella se conformaba sólo con mirar un instante las aves que recorrían desesperadamente el cielo, agitando sus alas que al mismo tiempo movían y sacudían los sentimientos de aquella pequeña joven.
Así marcaba su presencia el silencio que retumbaba hasta en las paredes más recónditas de las cenefas de su habitación.
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