Ella II

De noche se escabullía entre las sábanas y las almohadas. Con un suave movimiento de su brazo izquierdo abría el cajón del velador que estaba junto a la cama. Lentamente sacaba el cenicero y un cigarrillo para luego prenderlo con el encendedor de color azul. Minuciosamente examinaba el cigarrillo. Lo observaba, apartaba la vista y lo volvía a mirar.
Siempre le llamó la atención los colores del papel que envolvía el tabaco, pues con el fuego tomaba distintos matices blancos, amarillos, cafés, negros y grises. Todos como un arcoiris. Muchas veces solía confundir los matices grises del papel con el de su pulmón.
Así mataba las horas vacías que quedaban para llegar al amanecer y mirarlo desde su ventana.
Abajo de ese espacio cubierto de vidrios transparentes, por la calle, transitaban las personas que tan temprano salen a trabajar. A veces, tambíen veía a su padre salir de casa a esas horas de la madrugada.

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