Todos tomamos opciones diferentes en la vida. Yo, tomé la mía. Igual que siempre. Cada uno tomando sus decisiones, forjando su camino y su destino.
Hoy tomé la decisión de por este año dejar el estudio y dedicarme a trabajar. Claro, no sin antes haber visto los pro y los contra que esto me traería. No fue algo fácil. Al contrario, es difícil. Unos dicen que es perder un año más. Yo digo que no. Pues el ir al liceo todos los días de 8 de la mañana hasta las 5 de la tarde, no me satisface. No me llena, creo que eso es mucho más perdida de tiempo. Solo sé que el próximo año retomaré la media, luego al preu y después a estudiar lo que yo quiera. Lo que realmente me llene y me haga feliz.
Hoy, no sé que siento.
He dejado cosas atrás, o ellas me han dejado a mí. Lo que sí se que he olvidado un poco, es escribir. Y no sé porqué, si siempre me hace bien.
No quiero sentir que me he sumido en la rutina (otra vez). Siempre he dicho que la rutina apesta. Siempre lo digo. Pero creo que he sido una más solamente.
Me gusta conocer a las personas. Me gusta conocer personas. Pero a veces lamento que no se den el tiempo de conocerme. Quizá no es el espacio, quizá no es el tiempo. Quizá no soy agradable, quizá son solo superficiales. En fin. Solo quería escribir esto, porque me siento un poco en la nada. A veces tengo los pies en la tierra para cumplir con todo lo que hay que hacer. Pero por lo general estoy en el aire. Soñando, pensando, sintiendo. Anhelando también.
Ella II
De noche se escabullía entre las sábanas y las almohadas. Con un suave movimiento de su brazo izquierdo abría el cajón del velador que estaba junto a la cama. Lentamente sacaba el cenicero y un cigarrillo para luego prenderlo con el encendedor de color azul. Minuciosamente examinaba el cigarrillo. Lo observaba, apartaba la vista y lo volvía a mirar.
Siempre le llamó la atención los colores del papel que envolvía el tabaco, pues con el fuego tomaba distintos matices blancos, amarillos, cafés, negros y grises. Todos como un arcoiris. Muchas veces solía confundir los matices grises del papel con el de su pulmón.
Así mataba las horas vacías que quedaban para llegar al amanecer y mirarlo desde su ventana.
Abajo de ese espacio cubierto de vidrios transparentes, por la calle, transitaban las personas que tan temprano salen a trabajar. A veces, tambíen veía a su padre salir de casa a esas horas de la madrugada.
Siempre le llamó la atención los colores del papel que envolvía el tabaco, pues con el fuego tomaba distintos matices blancos, amarillos, cafés, negros y grises. Todos como un arcoiris. Muchas veces solía confundir los matices grises del papel con el de su pulmón.
Así mataba las horas vacías que quedaban para llegar al amanecer y mirarlo desde su ventana.
Abajo de ese espacio cubierto de vidrios transparentes, por la calle, transitaban las personas que tan temprano salen a trabajar. A veces, tambíen veía a su padre salir de casa a esas horas de la madrugada.
Ella I
Y a su lado una respiración fría, congelante y un poco escalofriante y temerosa no pudo callar el grito tan infernal del silencio.
Quedó todo cubierto de sombras, oscuras sombras que se alejan de a poco por la puerta del desván.
Aveces, ella se conformaba sólo con mirar un instante las aves que recorrían desesperadamente el cielo, agitando sus alas que al mismo tiempo movían y sacudían los sentimientos de aquella pequeña joven.
Así marcaba su presencia el silencio que retumbaba hasta en las paredes más recónditas de las cenefas de su habitación.
Quedó todo cubierto de sombras, oscuras sombras que se alejan de a poco por la puerta del desván.
Aveces, ella se conformaba sólo con mirar un instante las aves que recorrían desesperadamente el cielo, agitando sus alas que al mismo tiempo movían y sacudían los sentimientos de aquella pequeña joven.
Así marcaba su presencia el silencio que retumbaba hasta en las paredes más recónditas de las cenefas de su habitación.
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